lunes, 20 de abril de 2009

Cautiverio

por Eduardo Ribé


¡Al carajo! Te repito que no podrás deshacerte de mí, voy a ser tu condena hasta el último respiro, lo prometo. Sugiero que dejes de gimotear, de nada sirve. Yo nunca me aburro. Entiéndelo de una vez; NO ME VOY A IR. ¿Qué sería de ti sin mí? Contéstame eso siquiera... no puedes ¿lo ves? No eres capaz de formular una respuesta sin mi ayuda. ¿Y qué me dices de las preguntas? ¿Qué harías sin mi constante cuestionamiento? Si es parte de nuestra naturaleza; como prueba bastara que le echemos una ojeada a tus libros de Historia, que por cierto, nunca habrías leído sin mi ayuda. Si es preciso, te lo puedo repetir una y otra vez para asegurarnos de que no lo olvides: yo tengo el control sobre ti.
¿Loco? Bueno sí, eso ni discutirlo, ¿pero por qué esa mala costumbre de achacarme toda la culpa? ¿Qué me dices de tu órgano sexual? Vas y te metes en cada embrollo con tal de satisfacerlo que mejor ni te recuerdo cómo fue que llegamos a aquí. Y eso que llamas corazón, ¿acaso no es culpa suya el sentimiento adictivo que invariablemente te desbarata? Ese dolor.
Sé que para ti debe ser confuso lidiar con mis palabras; escucharme hablar todo el tiempo. Pero trata de comprender; el mundo es tan incoherente y enigmático que no puedo evitar enloquecer cada vez que intento descifrarlo. Apenas fijo mi atención en algo cuando otra cosa más interesante pasa volando cerca. No lo puedo evitar. Y lo acepto; tiendo a querer abarcarlo todo. ¿Pero qué reclamas? Si precisamente a eso se debe el progreso de la especie. Además, con toda esa basura que lees al día ¿qué esperabas?
A ver, a ver, ¿de qué se trata? ¿Qué nuevo intento de separarme de ti es éste? ¿Acaso no lo entiendes? Eres tú quien provoca este conflicto con tus tontas tentativas de escape.



>> texto completo en atemporiaDOS



.

No hay comentarios: